Con respaldo de la FADU-UBA, una cooperativa de Pinamar creó un bloque con cemento y plásticos reciclados que son súper aislantes y livianos. Planean continuar su desarrollo para industrializar el producto.
Reciclando Conciencia es una cooperativa de autogestión que actualmente opera una planta de reciclado de residuos en Pinamar. Con el apoyo del Centro Experimental de la Producción (CEP) de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU - UBA), está desarrollando bloques de construcción a partir del poliestireno expandido (telgopor) post consumo.
El proyecto comenzó hace cinco meses y ya está listo el primer prototipo: un bloque de 14 x 20 x 41 cm que pesa un 40% menos que un ladrillo común que será utilizado para remodelar el galpón que ocupa la cooperativa.
"Desde 2014 existe un Programa de Islas Ambientales donde los vecinos colaboran en forma voluntaria con la separación de residuos en sus domicilios. Hay unos 100 puntos de recolección diferenciada de plástico, cartón y vidrio distribuidos en la ciudad. Se trata de cajones de un metro por un metro con un bolsón de rafia en su interior", detalla Carlos Méndez, presidente de Reciclando Conciencia.
Esta iniciativa les permite recuperar entre 3.000 y 5.000 kilos de reciclables por día. Cantidad que se duplica en la temporada de verano. Según Mendez, los materiales más abundantes son papel y botellas PET. Sin embargo, la gestión ambiental de la cooperativa impone la responsabilidad de dar trazabilidad o destino a todos los materiales que recolectan.
En ese sentido, el telgopor es uno de los más difíciles de resolver porque no es sustentable su traslado. "La empresa que lo podría tomar está a 600 km. Para transportar mil kilos de telgopor se necesitan 500 litros de combustible. Con lo cual la huella de carbono es negativa", explica Méndez.
Con lo cual, se requería una solución local y surgió la posibilidad de contar con la asistencia de la FADU a través del CEP, a cargo del arquitecto Carlos Levinton. La facultad aportó los planos de las máquinas trituradoras de telgopor y la capacitación de los operarios para el desarrollo del prototipo de bloque. "Nos manejamos a través de videollamada. En este proceso logramos reducir el peso de los bloques y ahora estamos buscando mejorar algunos aspectos más para desarrollarlo a mayor escala", cuenta.
Ahora, el siguiente desafío será asegurarse un volumen de telgopor para producir a mayor escala. Entonces, están evaluando sumar a la mezcla otros materiales también difíciles de reubicar y "matar dos pájaros de un tiro". Se trata del alto impacto proveniente de los residuos tecnológicos y de envases de yogurt, también están probando sumar el film de envases de fideos y el metalizado de las papitas.
El proceso para la producción del bloque se inicia con la molienda del material recuperado. Luego se mezcla con cemento y aditivo y, finalmente, se coloca en moldes creados a partir de los prototipos.
La previsión es que en 6 meses, ya se puedan producir de 100 a 500 unidades diarias, siempre dependiendo de los volúmenes de material que se puedan recuperar.
En una segunda etapa, los ladrillos se utilizarán para abastecer la demanda de algunos integrantes de la cooperativa para colaborar en el proyecto de construcción de la casa propia.
Reciclando Conciencia está integrada por 28 personas actualmente, de las cuales la mitad son jóvenes que se capacitan mediante un entrenamiento laboral pagado por el municipio. "El Estado les paga 5.600 pesos por mes por 4 horas de trabajo- detalla Méndez-. Nosotros solo les pedimos dos horas y exigimos su cumplimiento en tiempo y forma para crearles un hábito. Los que se comprometen siguen trabajando fijos".
En Pinamar, la cooperativa es considerada como proveedora de servicios, con lo cual el municipio le paga por la separación y disposición responsable de los reciclables: "Podemos pensar y crear porque tenemos un piso de ingresos asegurado", destaca Méndez.